Altar de los sacrificios

Desde mi escritorio en Ambato, el

monolito puná

Monolito zoomorfo de la isla Puná. (Aprox. 1400 d.C.).

La comúnmente denominada “piedra del lagarto” o “piedra de los sacrificios” es un monolito de aproximadamente tres toneladas de peso, compuesto por roca sedimentaria esculpida en alto relieve, presenta dos grandes figuras de animales, la una se asemeja a un lagarto y la otra parece ser un felino. El bloque mide 2.72 m de largo por 2.5 m y en su parte media tiene 0.75 m de altura.

Este monolito es un magnífico ejemplo de la escultura monumental Guancavilca, corresponde al período de Integración (500 dc. - 1534 d.C.) de acuerdo con la periodización tradicional de las “fases cerámicas”; fue encontrada en la isla Puná, en el sitio que actualmente ocupa la comuna Campo Alegre a inicios del siglo XX.

El grupo étnico de los punáes o puneños estaba entre las más grandes comunidades indígenas que encontraron los conquistadores hispanos a su llegada en la Península de Santa Elena, los punáes eran Guancavilcas, al igual que los chongones, chanduyes y colonches los cuales tenían un modelo elevado de organización sociopolítica (Silvia Álvarez, 1990).

De este monolito, que debido a su similitud a otros hallados en América y estudiados por antropólogos, podría decirse que fue utilizado como altar de sacrificios; hecho que de manera indirecta lo corroboran dos de los grandes cronistas de Indias, Cieza de León y Antonio de Herrera, a quienes citamos:

“[...] Tuvieron sus templos en partes ocultas y oscuras, adonde con pinturas horribles tenían las paredes esculpidas. Y delante de sus altares donde se hacían los sacrificios, mataban muchos animales, y algunas aves, y aun también mataban a los que se dice, indios esclavos, o tomados en tiempo de guerra en otras tierras, y ofrecían la sangre de ellos a su maldito diablo.” Crónica del Perú. Pedro Cieza de León (1553).

En su conocida obra Décadas de Indias, Antonio de Herrera y Tordecillas (1739), coincide con Cieza de León al tratar de las costumbres religiosas de los punáes:

“Eran dados a la Religión y vicios, y tenían oráculos del demonio, tenían los templos en partes ocultas, y en las paredes esculpidas cosas espantables, sacrificaban animales, y aves, y a veces hombres tomados en guerra."

Aunque ninguno de ellos menciona la existencia de este monolito, sí mencionan la costumbre ritual de realizar sacrificios con esclavos o prisioneros de guerra de quienes ofrendaron su sangre. Al respecto Modesto Chávez Franco (1930), quien fue cronista vitalicio de la ciudad, cita al Dr. Francisco Campos de la siguiente manera:

“El Dr. Francisco Campos, como mero narrador de los datos que él acopió de viejos cronistas, dice que esta piedra que hoy posee el Museo de Guayaquil era un altar de sacrificios humanos, situado en el centro del templo y da a entender que los arúspices consultaban en las entrañas de las víctimas los eventos felices o adversos de las guerras, como los antiguos pueblos del oriente europeo.” (Revista Municipal, Nov 1930. N° 51, Pág. 41).

Junto a otras extraordinarias muestras de la escultura monumental Manteño-Huancavilca como las sillas en forma de “U”, la Mujer de Colonche y el poste totémico Huancavilca, este monolito forma parte de la colección patrimonial del Museo Municipal de Guayaquil, colección única en su tipo.

Imagen de la revista Patria (1908) en cuyo pie de imagen se lee "Cinco minutos antes de que se partiera en dos, la curiosa "piedra del lagarto" que hoy figura en el Museo Municipal, nuestro fotógrafo Rodríguez González, tuvo la suerte de obtener este cliché, en momentos que la piedra era penosamente conducida hacia el nuevo museo.

La “piedra del lagarto” fue descubierta en la isla Puná en el año de 1904 por un sujeto que hacía una excavación en un montículo en el sitio de Cerro Alegre quien luego la trasladó a Guayaquil para exhibirla esperando obtener abundante ganancia. Al parecer no tuvo éxito y la dejó abandonada en la ciudad hasta que en noviembre de 1908 fue acogida por el M. I. Concejo Cantonal para darle una “ubicación preferente en el Museo Municipal” que en aquel entonces estaba ubicado en un chalet de la calle Villamil. (Revista Patria, Nov. 1908. Pág. 843).

En el mencionado artículo de la Revista Patria, una de las notas de pie de la imagen principal señala que el monolito se partió en dos durante su “penoso traslado” al museo.

De Modesto Chávez Franco (1930) tenemos un dato adicional sobre como este monolito pasó a formar parte del patrimonio museable de nuestra institución:

“El descubridor la trajo a exhibirla en Guayaquil casi descalabrando una balandra en que vino la pesada mole. Se exhibió algún tiempo, y luego, de peripecia en peripecia, des de un solar en la esquina calles Luque y Pedro Carbo, a otros y otros, no sabemos cómo fue a parar en el solar y poder del honorable comerciante italiano don Bartolomé Vignolo, quien la obsequió a este Museo.” (Revista Municipal, Nov 1930. N° 51, Pág. 42).

A mediados del siglo XX, encontramos ubicada la piedra en el parterre de la calle Diez de Agosto y Ave. Malecón Simón Bolívar, frente al Palacio Municipal, lugar desde el cual iniciaba un proyecto que se denominó la “Avenida de los dioses”, proyecto que fue propuesto por el arqueólogo Francisco Huerta Rendón durante la alcaldía de Carlos Guevara Moreno (1951 -1952).

La Avenida de los Dioses ocupaba el parterre de la calle Diez de Agosto con estatuas guancavilcas encontradas en expediciones arqueológicas en la región, iniciaba en la avenida. Malecón Simón Bolívar y avanzaba hasta la calle Boyacá. Eventualmente el proyecto fracasó debido principalmente al descontento de los religiosos que consideraron inapropiada la presencia de “ídolos paganos” cerca de la catedral. El proyecto quedó suspendido, y en el caso de la piedra del lagarto, esta fue trasladada al Museo Municipal en 1993.

En el año 1999 se inauguró la nueva Exposición Permanente del Museo Municipal siendo esta pieza ancestral uno de los principales atractivos del museo hasta nuestros días.

Fuentes:

Fernando Mayorga

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